A más de uno le resultará preocupante que el 86,6% de los españoles pasen delante del televisor una media de cuatro horas y seis minutos al día. Demasiado tiempo para quienes perciben lo que nos muestra la pequeña pantalla como un fiel reflejo de la realidad. Algo sobre lo que ha reflexionado mucho la periodista Mariola Cubells, que tras varios años haciendo televisión, decidió contribuir a que el espectador conociera la forma en que se cocinan los contenidos que conforman los diferentes canales.
En su último libro, ‘¿Y tú qué miras? La tele que no ves’ (Roca Editorial), la periodista valenciana sigue la estela de ‘¡Mírame tonto!’ y ‘Mentiras en directo’, mostrando los entresijos de los espacios televisivos. El capítulo dedicado a las televisiones autonómicas se ha convertido, muy a su pesar, en preludio del fin de Radiotelevisión Valenciana (RTVV).
- ¿Le sorprendieron los argumentos del Gobierno valenciano para la clausura de RTVV?
- Lo que demuestran es que no creen en el servicio público. Durante muchos años, Canal 9 había sido un gran instrumento político, y cuando dejó de serlo y se convirtió en un problema, decidieron tirarla por la borda. Si hubieran creído en el modelo de servicio público audiovisual, no habrían considerado que esa televisión era de su propiedad. Durante los años de “vacas gordas”, nadie se había parado a pensar en lo que estaba ocurriendo. Cuando algunos profesionales de la casa protestaban, se les acusaba de tocapelotas, de “rojos” y de que no dejaban trabajar, cuando lo que advertían era que por esa línea íbamos a llegar a la nada.
- ¿Qué pensó al ver el cambio de rumbo radical en los servicios informativos tras el anuncio del cierre?
- Me pareció patético, tanto por lo que significó como por los actores que lo protagonizaron, trabajadores que jamás se habían movilizado cuando se habían cometido todas las tropelías del mundo. Hacer esto, única y exclusivamente, porque de pronto iban a perder su trabajo me pareció de un nivel tan rastrero, tan patético y de una bajeza moral tan intensa, que aún no doy crédito. Ese grupo de trabajadores reconvertidos, ¿no se plantearon que quizás si ese mismo comportamiento ético y honesto ante la información lo hubieran puesto en marcha desde el minuto uno, los gobiernos de turno no se habrían atrevido nunca a cometer las tropelías que se cometieron? Y si esa televisión hubiera sido rentable, no sólo en términos económicos, sino también en audiencia, ¿se habrían atrevido a cerrarla? No. Se atrevieron a cerrarla porque ya no era útil y ni siquiera el ciudadano medio la defendía.
- También RTVE ha vivido en los dos últimos años un cambio de rumbo. ¿La situación actual es un punto de no retorno a la etapa anterior?
- Sin una voluntad política desde lo alto, no hay nada que hacer. Y, sinceramente, creo que Rajoy no la tiene. Ha quedado demostrado que aunque consolides el modelo, si de pronto se cambia la cúpula directiva, todo se va al traste. Yo discutía mucho sobre esta cuestión con mis compañeros de TVE, porque pensaba que una vez consolidado, ya no se podría malbaratar. Y ellos me respondían que cambiando diez personas de la cúpula, el modelo se viene abajo. Y efectivamente, así ha sido.
- Una decisión muy criticada ha sido el cambio de franja de ‘Informe Semanal’.
- Cambiarlo de horario es una muestra más de que lo que pretenden es cargarse el formato. Primero, porque ya no les sirve para nada, y segundo, porque se ha convertido en un problema para la dirección, pues se pone la lupa sobre él y la gente protesta por la banalidad o la manipulación de sus reportajes. Llevándolo a esa franja lo anulas sin necesidad de aniquilarlo.
- ¿Qué balance hace del pasado año en los tres grandes grupos televisivos en España?
- RTVE está en estado de coma, Atresmedia ha cumplido su objetivo de blanqueamiento con una cierta dignidad, y Mediaset es el bucle en el que toda la mierda está instalada, y han hecho de ello su marchamo y su bandera. Aunque lo que sucede en la televisión pública debería importarnos mucho más que lo que ocurre en las privadas, porque creo que está mucho más tocada en todos los sentidos: desprestigio, falta de audiencia, falta de repercusión.
Fotografías cortesía de Librería Leo (Valencia) |
- Si, como apunta en su libro, un punto más o menos de share supone ganar o dejar de ganar hasta 18 millones de euros, ¿seguirá imperando el “todo vale” por la audiencia?
- Sí, y esto es lo triste. Que más allá de un formato u otro, se instale un modelo de mal comportamiento televisivo que coloniza toda la parrilla. Desde periodistas a la hora de malinformar, como ha sucedido en Canal 9, hasta presentadores que se pasan de la raya permanentemente para conseguir mejores datos de audiencia y que arañan al espectador sin ninguna necesidad, pasando por directivos que contraprograman para fastidiar al espectador y en su propio beneficio, y no para hacerlo más feliz. Esta especie de competencia grosera que existe es lo que siempre me ha preocupado más.
- También sostiene que “La gente que se acerca a la tele ahora mismo para participar en ella no llega virgen”. ¿Se está profesionalizando el oficio de personaje televisivo?
- Completamente. Tenemos ya mucha cultura audiovisual, y eso hace posible que la gente acuda a los castings sabiendo las pautas que hay que seguir para llegar y triunfar. Además, con el aluvión de talent shows y de realities, parece que no eres nadie si no sales en televisión.
- La terminología propia de los espacios televisivos se pone al servicio de la publicidad, como está ocurriendo esta temporada con el “fusionador” de ‘Tu cara me suena’. ¿Qué más tácticas publicitarias nos depara el futuro?
- Veremos más cosas. La estrategia del branded content se va a imponer y va a colonizarlo todo, al igual que se ha institucionalizado que TVE no tiene publicidad, pero todos los programas están patrocinados. Y el hecho de no tener publicidad otorga libertad para muchas cosas, mientras que los patrocinios pueden acarrear cortapisas. Si hay un problema grave en las empresas que patrocinan los espacios de la pública, ¿TVE va a ser libre para informar de asuntos que quizá las televisiones privadas, dependientes de la publicidad, no van a contarnos?
- Triunfan programas gastronómicos como ‘Pesadilla en la cocina’ o ‘Masterchef’ –ambos importados, por cierto– y el resto de cadenas se suben al carro. ¿A la televisión actual se le han acabado las ideas?
- Se innova muy poco y se apuesta por lo que ya ha funcionado. El boom de los programas de cocina nadie se lo esperaba, y se evaporará como se evaporaron los concursos de talentos.
- También sostiene que “La gente que se acerca a la tele ahora mismo para participar en ella no llega virgen”. ¿Se está profesionalizando el oficio de personaje televisivo?
- Completamente. Tenemos ya mucha cultura audiovisual, y eso hace posible que la gente acuda a los castings sabiendo las pautas que hay que seguir para llegar y triunfar. Además, con el aluvión de talent shows y de realities, parece que no eres nadie si no sales en televisión.
- La terminología propia de los espacios televisivos se pone al servicio de la publicidad, como está ocurriendo esta temporada con el “fusionador” de ‘Tu cara me suena’. ¿Qué más tácticas publicitarias nos depara el futuro?
- Veremos más cosas. La estrategia del branded content se va a imponer y va a colonizarlo todo, al igual que se ha institucionalizado que TVE no tiene publicidad, pero todos los programas están patrocinados. Y el hecho de no tener publicidad otorga libertad para muchas cosas, mientras que los patrocinios pueden acarrear cortapisas. Si hay un problema grave en las empresas que patrocinan los espacios de la pública, ¿TVE va a ser libre para informar de asuntos que quizá las televisiones privadas, dependientes de la publicidad, no van a contarnos?
- Triunfan programas gastronómicos como ‘Pesadilla en la cocina’ o ‘Masterchef’ –ambos importados, por cierto– y el resto de cadenas se suben al carro. ¿A la televisión actual se le han acabado las ideas?
- Se innova muy poco y se apuesta por lo que ya ha funcionado. El boom de los programas de cocina nadie se lo esperaba, y se evaporará como se evaporaron los concursos de talentos.
Fotografías cortesía de Librería Leo (Valencia) |
- Lo que no parece una moda pasajera es la espectacularización en la información de sucesos. ¿Aprendimos algo del tratamiento informativo del caso de las niñas de Alcasser?
- Tengo que reconocer que no. Todas las críticas que se vertieron sobre los medios, sobre nuestra condición como periodistas, no han servido absolutamente para nada. Viendo los especiales sobre Asunta, me he dado cuenta de que estamos como al principio. Con una salvedad, y es que ahora la revolución técnica permite mayores tropelías, como las reconstrucciones y similares. Yo tengo muy claro qué es y qué no la crónica de sucesos.
- Es decir, diferenciar lo que tiene interés de lo que no lo tiene.
- Si analizamos los informativos, invadidos por asuntos triviales, el panorama tampoco es mucho más alentador.
- Esa banalización, que empezó hace mucho tiempo, es muy peligrosa, porque lo que intenta es distraer al espectador en el peor sentido de la palabra. Es decir, distraerlo de lo importante, ponerle lo “interesante” frente a lo importante, lo cual es algo brutal.
- ¿Las enseñanzas que recoge en este libro deberían ser materia de análisis en colegios e institutos?
- Es una de las cosas que llevo muchos años diciendo. Tal y como está el panorama, en un mundo audiovisual con el que los niños conviven desde muy pequeños, sería fundamental que existiese una asignatura audiovisual. Enseñar a los niños a ver la televisión es tan importante como enseñarles a leer, porque no sólo la ven como aparato, sino como concepto. Un niño de hoy en día se educa con contenidos audiovisuales que le llegan permanentemente, por lo que hay que enseñarle qué hay detrás de esos contenidos, cómo y por qué se construyen.
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